Aunque hay distintas especies de mosca blanca que pueden afectar a las plantas cultivadas, todas ellas tienen un aspecto similar y son fácilmente reconocibles en su estadio adulto. Cuando un cultivo está afectado, en el envés de sus hojas se pueden apreciar pequeñas moscas (1-1.5 mm) de un color blanco brillante.
Las ninfas por el contrario son muy difíciles de localizar. En sus primeros estadios son casi invisibles: diminutas y transparentes. Cuando pupan se tornan de color amarillo y es entonces cuando apenas se pueden apreciar. Cuando son adultas, las moscas blancas hembras pueden poner huevos fertilizados (que darán lugar a más hembras) o no fertilizados (que darán lugar a machos).
Los daños directos se traducen en un debilitamiento general de la planta. Se reduce su tamaño, su producción y la calidad de la misma. Los daños indirectos incluyen la producción de melaza (sobre la que se desarrolla negrilla), aunque el principal perjuicio que genera la mosca blanca es su papel como activo transmisor de virus.
Las moscas blancas son importantes vectores de distintos tipos de virus, como el virus del rizado amarillo del tomate o el virus de la clorosis del tomate.